Hasta donde se tiene conocimiento, las fortificaciones constituyen otra prueba de la vida y progreso del hombre durante el periodo prehistórico. Es lógico suponer que las tribus se establecieron en regiones, previamente conquistadas ocupando posiciones con el propósito de asegurar sus dominios y defender sus propios bienes. Cuando los pueblos nómadas se convirtieron en sedentarios, se constituyen las comarcas y aparecen las primeras fortificaciones. En la cuenca del mediterráneo, se encuentran gigantescas construcciones y ciudades lacustres, cuyos restos han sido encontrados en lagos de Europa.
Los toscos muros de las
fortificaciones primitivas fueron reemplazados por verdaderas murallas. Sus
amplios perfiles originaron la creación de los torreones[1]
destinados a dominar el adarve[2],
haciendo imposible al sitiador mantenerse en él, en el caso de escalar la
muralla. La antigua Caldea resguardaba detrás de sólidos muros sus templos y
palacios. Igual sucedió en el Egipto y en las civilizaciones egeas ante
homéricas.
En los sitios mas elevados de las
antiguas ciudades, fueron construidos recintos fortificados. En Grecia recibieron el nombre de “Acrópolis”;
en Roma de “Capitolio”; en los pueblos árabes “Alcazaba” y en las modernas fortificaciones
“Ciudadela”.
La construcción de muros defensivos
evolucionó a través de los tiempos. De la prehelénica son famosas las murallas
de Troya, Micenas, Tirinto y las ciclópeas murallas de la ciudad española de
Tarragona, de enormes piedras, sobre las cuales los romanos construyeron las
suyas. Es notable la muralla construida por Adriano en el norte de la Britania,
llamada Vallum o Murus Hadriani. Así como también, la levantada en el siglo
III, con una longitud de 3.000 km y una altura de 8 metros, estructura que
puede visualizarse desde el espacio, conocida como la Gran Muralla China.
En la construcción de Fortalezas de
la época antigua sobresalen los muros fuertes hasta de 15 metros de alto para
evitar el ataque con escaleras; la parte baja de considerable espesor y
reforzada para evitar la acción de los martinetes. Troneras en las almenas para
lanzamiento de dardos, siguiendo el principio de conseguir el flanqueamiento.
Torres dentro del cinturón de los muros que sirven de observatorios. Trazado de
los muros en líneas quebradas para facilitar el flanqueo y a la vez el
desenfilamiento. Los portales de bastante solidez que eran de madera gruesa,
desconociéndose el empleo del hierro. Constituían siempre los puntos
vulnerables de la fortaleza.
Los romanos vigorizan estos medios de fortificación,
empleándolos con máxima eficiencia en sus grandes guerras que los lleva al
dominio del mundo antiguo. En la Edad Media difieren el desarrollo de las
fortificaciones. Todos los pueblos sostenían las mismas necesidades. A ello
debe sumarse la influencia del feudalismo en el arte de la guerra. La
organización civil y militar se compenetraron; el señor era el caudillo, la
mansión señorial, la fortaleza. Tuvo el individuo de entonces, muchos señores;
y cada uno poseía su fortaleza: el municipio, su recinto murado; el clero, su
abadía y el noble, su castillo.
Se caracterizan las fortificaciones en esta época por
presentar los muros y portales mayor solidez; las almenas fueron ensanchadas, y
las torres adelantadas con el criterio siempre de controlar los movimientos del
enemigo. Aparecen las catapultas,
maquinas simples usadas para arrojar piedras de gran tamaño, precursora de los
obuses. Operaciones militares dignas de mención en este periodo se encuentra en
las expediciones de los siglos XI al XIII por los cristianos de Europa, contra
los musulmanes de Oriente en su afán de tomar para sí la posesión de la Tierra
Santa. Otra, la defensa de Damasco sitiado por Conrado III y Luis VII, que
luego de fracasar en su empeño de conquistar regresan a Europa.
De igual manera, se empleó ventajosamente la sucesión de los
muros, de los cuales el delantero era más bajo para facilitar la observación, y
el de atrás o muro principalmente era más elevado. El primero constituía una especie
de Línea de Seguridad y el otro la Línea de Resistencia. Al espacio entre ambos
muros se le llamó “arena” y en épocas de paz se empleaba para los ejercicios
militares y para los Torneos.
En las nomenclaturas de las construcciones mismas se producen
los siguientes cambios:
Menor altura de los muros que son reforzadas por
terraplenes; delante de el muro una plataforma para la colocación de las
piezas; luego un foso para la protección contra asaltos delante de otro
terraplén con suave declive, llamado Glasis que encausaban la progresión del
enemigo. Las torres de la forma circular adquieren la forma de pentágono para
facilitar el flanqueamiento de los fuegos. Muy pronto a las torres suceden los
Bastiones.
Posteriormente se pasa a los fortines pequeños fuertes, cuya
reunión forman una Fortaleza. Las principales misiones tácticas del Fortín
eran: Defensa inmediata del lugar, flanqueo con fuego del sector intermedio;
apoyo para la progresión de la tropa; y reservas para sustituir a ambos lados.
En el interior del Fortín se encontraban las posiciones para la Artillería
combate lejano; y para la Infantería, combate cercano.
La edad de oro para los castillos fue la edad media. A su
amparo surgieron núcleos de población que con el pasar del tiempo se convirtieron
en ciudades importantes. Francia, Italia y Alemania, las incursiones normadas
hacen resaltar la utilidad de estos sitios fortificados. En cuanto a España, la
necesidad de asegurar sus posesiones en diversos territorios, multiplicó el
número de castillo en consonancia con los procesos realizados en las tierras
conquistadas.
La formación de ejércitos permanentes, la emigración a
Occidente de los arquitectos militares bizantinos al caer Constantinopla en
poder de los turcos, el extraordinario movimiento llamado Renacimiento y la aplicación de la
pólvora a las armas ofensivas creando la artillería pirobalística, transformaron las fortificaciones.
A final de la edad media y comienzos de la moderna
corresponden los baluartes y las obras exteriores. Caracterizadas por el
aumento del tamaño de los torreones, separados a veces del cuerpo de la
muralla, para salir con su artillería al encuentro del enemigo; la adopción
para dichos torreones de la planta pentagonal, con el objeto de que sus caras
externas se presentasen oblicuamente al fuego del adversario; el empleo
constante del foso la formación de la muralla con escarpa destinado a aumentar
se resistencia, y la adopción de extensas barbacanas sobre una buena parte del
frente, precursoras de la contraguardias y cubrecamas, reforzando de este modo
la cortina, muy débil ante los progresos de la nueva artillería.
Un congreso de ingenieros convocado por el Papa Julio II
acordó suprimir el sistema de coronamiento del muro (matacanes, torres
pequeñas) y construir en los ángulos unas casetas aspilleradas que flanqueara
los fosos. El sistema abaluartado tomó verdadera carta de naturaleza a
comienzos del siglo XVI. No se sabe de un modo exacto quién acertó al combinar
de un modo preciso sus líneas fundamentales, pero los italianos fueron los
ingenieros que lo implantaron en toda Europa. En la segunda mitad del siglo la
cortina se reduce de longitud. El parapeto es hecho con tierra. Desde los
baluartes se flanquean la cortina y las caras de los baluartes opuestos. Se dota
a los flancos de fuegos, acasamatado las piezas. Se constituye una explanada
más allá del foso y se organiza el camino cubierto.
En España hasta principios del siglo XVIII, escaseaban
especialistas en fortificaciones. Para la campaña de Portugal de 1704, Luis XIV
tuvo que prestar a Felipe V, una brigada de ingenieros, y a instancias del
Secretario de Guerra, Márquez de Bedmar, se ordenó traer de Flandes en 1709 al
ingeniero Jorge Próspero de Verboom. Es así como los españoles perfeccionan el
arte de las fortificaciones; que más tarde ponen en práctica en su proceso de
colonización. En Venezuela se tiene conocimiento de esta tradición desde el año
de 1760, cuando el entonces teniente coronel Nicolás de Castro toma la
iniciativa de crear una Academia de Geometría y Fortificación para capacitar
jóvenes oficiales de la guarnición. Mediante una carta fechada el 24 de julio
de 1760, dirigida al Gobernador de la Provincia de Venezuela de ese momento,
Remírez de Estenoz (1757 – 1763), informa sus intenciones de instalar la
mencionada academia en su casa e iniciar desde allí la instrucción de nuevos
ingenieros para la Provincia, un año después llegó la autorización firmada por
el Rey Carlos III, así nació la Escuela Militar de Venezuela, la más antigua de
las Indias Occidentales.
También en La Guaira, en el año de 1761, fue fundada una
academia por el capitán de artillería Manuel Centurión. En Cumaná, el ingeniero
Juan Pires y Correa, funda una Academia a principios del siglo XIX; es allí
donde cursará sus estudios de ingeniería
militar el joven Antonio José de Sucre y Alcalá, futuro Mariscal de
Ayacucho. En ese mismo orden de ideas, en 1808, en la Academia del coronel José
Mires, localizada en Caracas, se impartirían, junto a otras disciplinas,
materias como aritmética, algebra, geometría, topografía y construcciones
civiles, dibujo lineal y topográfico de esta escuela egresaron la mayoría de
ingenieros militares que participaron activamente a favor de la lucha
independentista, destacándose entre ellos, el ingeniero militar Francisco
Jacot, que dictó cátedra en la misma.
Será el ingenio de Sebastian Vauban[3],
cuya implementación de regular los sitios por la cronología de los trabajos del
sitiador, el cual no tiene otra alternativa que rendirse al abrirse la brecha o
perecer victima del asalto. Esa fortificación perdura hasta fines del siglo
XIX, en que la artillería hizo inútiles las obras sobre el terreno, las plazas
y los fuertes aislados.
Señálese la guerra de
sucesión en España (1701 a 1746), como la primera vez en la Historia Militar
donde se emplean amplias líneas fortificadas. Es el Conde Baden en la defensa
de la frontera occidental de Alemania que construye cerca de 45 kilómetros de
fortificaciones, causando la admiración de los militares de la época. Más tarde
en ese mismo sector se localizó la famosa línea Sigfrido.
Las fortificaciones militares construidas en el periodo colonia por la
monarquía española en el territorio que hoy es Venezuela, constituye una pieza
del complejo y amplio sistema estratégico – militar concebido para conservarlos
dominios, consolidar la defensa, controlar las rutas y neutralizar los ataques
enemigos en las aguas del mar Caribe.
Desde los días del descubrimiento y la conquista incluyendo los de
revolución e independencia de las nuevas naciones americanas, el piélago
caribeño fue la plaza más codiciada, disputada, peleada y defendida del Nuevo
Mundo, donde españoles, ingleses, franceses, holandeses, daneses, portugueses,
indios, negros y aventureros de cualquier estirpe, se enfrascaron en luchas
exasperadas para defender, saquear, robar, y primordialmente conquistar tierras
para disputarle a España la tenencia de los predominios americanos.
Las costas venezolanas fueron testigos de tres centurias de
contiendas; ciudades costeras como: Maracaibo, Coro, Puerto Cabello, La Guayra,
Cumaná, Araya, la isla de Margarita y la Guayana, participaron activamente en
los hechos que conformaron la historia del Caribe. Todas estas localidades
formaron parte de la construcción de fortificaciones que se levantaron para
conservar el control territorial, político y económico de España. Antes de
finalizar el siglo XV, las costas de la provincia de Venezuela fueron testigos
de incursiones de ingleses, franceses y holandeses, ansiosos de participar en
la repartición de las riquezas que contenían las tierras descubiertas, a eso se
debe el nombramiento de Ojeda, como gobernador de la isla de Coquibacoa, asi lo
señala Eduardo Arcila Farías, en su obra Economía Colonial en Venezuela, donde estampa la clausula que indica la acción a
seguir para protección de las tierras “…para que atajéis el descubrir de los
ingleses por aquella vía…”
En 1595, el ingles
Sir Walter Ralegh, hechizado por el señuelo del mítico Dorado, se adentra por
la Guayana venezolana, remontando el Orinoco hasta el endeble asiento de
Antonio de Berrío: la primera Santo Tomé de
Guayana, cerca de la confluencia del río Caroní. Con los datos que le
suministra, su prisionero Berrío, y el aporte de sus visiones fantasiosas,
escribe un libro intitulado: el descubrimiento del inmenso, rico y hermoso
imperio de la Guayana, con una descripción de la Grande y dorada ciudad de
Manao (que los españoles llaman El Dorado).
Con la muerte de la reina Isabel en 1603, Ralegh pierde los
favores de la corte y es encarcelado, acusado de conspirar contra James de
Escocia a favor de España. Tras
permanecer varios años privado de libertad, nuevamente la corte atraída por las
riquezas de El Dorado, le concede la libertad a cambio de organizar una
expedición hacia Guayana, el Orinoco, Manao; ya sexagenario, deja Plymouth con
rumbo al Caribe, junto con su hijo de veinte tres años y el viejo Keymes, su
camarada.
Keyme remonta el Orinoco, en 1618, ataca y destruye la plaza
de Santo Tomé de Guayana, valerosamente defendida por Diego Palomeque de Acuña.
En la batalla muere Palomenque y también el hijo de Ralegh. La ciudad es
saqueada e incendiada, al no conseguir
botín, Keyme se suicida y la cabeza de Ralegh la pide y se la conceden al Conde
de Godomar, embajador de España ante la corte inglesa. Con este suceso, se
cierra, el capitulo de la leyenda el Dorado.
Venezuela no tuvo una economía fundamentada en la explotación
minera como México y Perú y, por eso mismo, no cuenta con una arquitectura
colonial de suntuosos palacios, ni tiene centenares de iglesias barrocas con
desbordantes retablos dorados. Tuvo en cambio, una larga extensión de costa sobre el mar Caribe, constantemente
saqueada de poder y, por eso, cuenta con
mas fortificaciones que Perú y México juntos.
Los nombres mas famosos de piratas, bucaneros y
filibusteros, como Walter Ralegh, Drake, Hawkins, El Olonés, Morgan y tantos
otros, los barcos ingleses, holandeses, franceses y portugueses en busca de botín
y riquezas, alternando saqueos y destrucción con toda clase de contrabando y
venta de negros, y las Armadas enemigas de España en abierto desafío para
ocupar territorios, bien sea para obtener el dominio político o comercial,
dejaron sentir su constante presencia agresiva frente a las costas venezolanas,
Antemural de Tierra Firme.
Para frenar el contrabando y fomentar la producción
agrícola, se fundo en España, en 1728, la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas.
“La compañía constituida por un grupo de comerciantes, se regía por
reglamentaciones similares a las francesas, holandesas e inglesas movidas por
iguales intereses económicos, diferenciándose en su organización: Ser
patrimonio de España, contar con la ayuda de la propia Corona y servir de
replica contra los negocios e infiltraciones de aquellas. Resultado de la
actividad de la compañía fue el dinamismo que alcanzaron los puertos de La
Guaira, Puerto Cabello y Maracaibo que se convirtieron en exportadores, y a los
que se le suministraban sus frutos y mercancías, en comercio menor o de
cabotaje los de Cumaná, Guayana e islas de Sotavento. Así quedaba
económicamente respaldado el comercio con la Metrópoli en una extensa área
comprendida entre la península de La Guajira – rio Hacha – y el Orinoco”[4]
Según
el Dr. Juan Manuel Zapatero, el siguiente es el orden de importancia portuaria
del sistema venezolano:
1.-
Puerto mayores o del gran comercio de exportación con la Metrópoli:
a) La Guaira: “Frontera de Caracas y Llave de las
Provincias de nueva Andalucía”.
b) Puerto Cabello: “Factoría fortificada de la
Costa de Venezuela”.
c) Maracaibo: “Llave del Antemural de Tierra Firme”.
2.-
Puertos menores del comercio de cabotaje, abastecedores de los tres grandes
colectores:
d) Cumaná:
“Portillo del Comercio y defensa contra los ingleses de Barlovento”.
e) Isla Margarita: “Defensa natural del
caño de la Ymbernada paso de los
Galones de España a las Yndias”.
f) La Guayana: “Veleidos promesa del
Dorado y temeraria ruta de penetración
por el rio Orinoco, hacia las regiones
abiertas de Venezuela y Nueva
Granada”.
g) Isla Trinidad: “Llave del Tráfico entre
el Atlántico y el Caribe por el Caño”
Las fortificaciones de Venezuela abarcan casi todas las
características formales y conceptuales propias de la técnica abaluarta, sin
descartar, no obstante la súbita aparición de alguna solución o detalle de
reminiscencia medieval. La fortificación, abaluartada, es decir, la que tiene
baluarte, consta de dos grupos: Las regulares y las irregulares. Existen,
además, otros tipos de fortificaciones que no tiene baluarte, como las
baterías, plantas cuadras, reductos, plantas libres de adaptación a las
exigencias topográficas, formas o “trazas” estelares, entre otras.
La variedad de fortificaciones in
baluarte no indica que sean anticuadas o atrasadas en cuanto a la idea de
fortificación; sencillamente son las funciones, las exigencias y las
necesidades requeridas, las que determinan formas y tamaños diferentes.
Dentro
del grupo de fortificaciones regulares, la “traza” cuadrangular fue la mas
aplicada y considerada la mas efectiva; buen y conveniente, debido a las
múltiples posibilidades de emplazamiento. La primera fortaleza de planta
cuadrada, disposición simétrica y baluartes en los cuatro angulos fue
construida por Antonio da Sangallo para el Papa Alejandro VI en Nettuno, cerca
de Roma entre los años 1501 – 1503. A partir de ese prototipo y a lo largo de
tres siglos, han sido centenares los fuertes que han repetido el mismo esquema
tanto en Europa como en América, África y Asia.
En Venezuela, esta estructura la podemos apreciar en los
siguientes ejemplos de monumentos: San Carlos Borromeo en Pampatar, San Carlos
en La Guaira, San Carlos en Maracaibo, Santa María de la Cabeza en Cumaná, San
Agustín de la Cumbre (con medio baluarte), en el camino de Caracas – La Guaira
y sendos proyectos para Angostura, Guayana, entre otros.
Dentro del grupo de fortificaciones
irregulares, además de los varios ejemplos y proyectos de baterías, destaca el
castillo de Araya como la fortificación mas importante, construido a los
inicios del siglo XVII. Tiene “traza” poligonal irregular y, además, caso único
en Venezuela, tiene en dos baluartes los flancos retirados con espalda, resabio
de los orejones que caracterizaron los primeros baluartes renacentistas, es la primera y por ende la mas antigua de
las fortificaciones que ha llegado sus murales en ruinas hasta nuestros días.
Fue construida por los Antonelli.
Real Fortaleza de Santiago de Arroyo de Araya conocido por los lugareños como Castillo de Araya, Estado Sucre- Venezuela. |
Otro
ejemplo de fortificación irregular es el fuerte de San Francisco en el Orinoco;
una planta libre que no respeta ninguna norma y sólo busca adaptarse lo mejor
posible a la roquedal que le sirve de base.
FUERTE SAN FRANCISCO, Angostura- Ciudad Bolivar- VenezuelaFuente: alcolonial.wordpress.com |
Ya
para finales de la época del XVII, se incrementaron las construcciones
fortificadas con el fin de contrarrestar las incursiones saqueadoras que ya
habían castigado a Maracaibo, La Guaira, Cumaná, Margarita y Guayana. En el
siglo XVIII desaparecen los piratas del mar Caribe y, un nuevo peligro amenaza,
la incursión de Inglaterra, en el territorio
de la Capitanía General de Venezuela , obligando a los militares de la
época a la revisión y ampliación de las
plazas amuralladas. Tomando en cuenta todo tipo de obras encumbradas,
castillos, fuertes, fortines, hornabeques, baterías y reductos, entre las que
se contaban mas de 60 fortificaciones. Hoy en día quedan, según Graziano
Gasparini, reducidas entre ruinas y restauradas, a menos de la mitad.[5]
En 1605, Felipe III tuvo que enviar la Armada Real para
sacar a los holandeses, ingleses y franceses de las salinas de Araya, pero solo
será con la construcción de la fortificación, en 1622, cuando se logró el
propósito. Sin embargo serán los Holandeses los primeros en establecerse en
Guayana en 1616, en el rio Esequibo y en 1624 en Berbice. Los ingleses fijan
asiento en 1624 bajo la dirección Thomas
Werner y logran la primera colonia en el Caribe, ocupando la isla de St.
Christopher en 1623. A poca distancia de la ciudad de Coro, primera ciudad de
la provincia de Venezuela, los holandeses se adueñaron de las islas de Curazao, Aruba y Bonaire. La que los
españoles llamaron “islas inútiles”, se tornaron utilísimas para el comercio y
el contrabando de los holandeses,
quienes, con el fin de ampliar sus actividades se instalaron también en las
islas de Saba, San Martin y San Eustacio.
Es necesario recordar que todas las disposiciones de la
Monarquía Española, fuesen Reales Cédulas, Reales Ordenes o cualquiera otra
variante, eran enviadas directamente a los gobernadores, oficiales reales,
intendentes u otros funcionarios de importancia, de modo que sus contenidos,
órdenes o prohibiciones debían llevarse al conocimiento general de la
población. Las instrucciones y ordenanzas que mandaban dichos altos
funcionarios a sus subalternos cumplían a dicho cometido[6],
que encontraba en los Bandos su expresión mas acabada. Pregonados ordinariamente
por esclavos o indios, que debían aprender de memoria su contenido son hoy en día
una riquísima fuente para el estudio y conocimiento de muchos puntos de la vida
diaria que escapan de la insensible documentación oficial.
Los Bandos se publicaban o pregonaban por órdenes precisas
de España y no ya debido a iniciativas particulares, como pudo suceder con el
control y uso de las armas, del transito
de mercancía o residencia de extranjeros, que podían hacerla los
militares que ocupaban las casas de la Vigía de puertos, o en las Atalaya en
los cerros inmediatos para que con más cuidado se celen las playas de los
valles cercanos, siendo preciso abrir un camino para el tránsito de la
centinela, eran los oficiales quienes ordenaban y mandaban a todos los vecinos
para que concurrieran y practicaran semejante fin de informantes. Tal es el
caso que se dio a raíz de la formación
de la Intendencia de Caracas, cuando el Gobernador de Cumaná, Máximo du Bouchet,
informaba al Intendente que…”por cuanto S.M. ordena en la Real Instrucción de
Intendencia se publiquen por bando todos los Capítulos concernientes a la
extinción del comercio furtivo, y se establezca la justa contribución de todos
sus derechos, sin que ninguno pueda alegar ignorancia, ni eximirse de la
observancia debida a dichos capítulos (…por lo que había ordenado) que para que
tenga su efecto y cumplimiento se publique a voz de caja de guerra, en los
lugares públicos y acostumbrados de esa ciudad (de Cumaná)…, enviándose
despacho a los tenientes de la provincia para que ejecutasen otro tanto.[7]
De esta manera quedaba establecido una compleja red de
órdenes e instrucciones que saliendo de los más importantes salones de la Corte
y del Consejo o “Ministerio de Indias”, llegaba a la población de los más
apartados lugares de las Indias Occidentales, previniendo a los pobladores o
comerciantes de dedicarse al perniciosos delito del contrabando o de entablar
cualquier otra relación con extranjeros, especialmente con los peligrosos
curazaleños. El entramado
jurídico se quedaba o podía quedarse en el papel, el contrabando no había de
ser prohibido sino, combatirlo.
Para batallar el contrabando fueron implementados los resguardos de mar y de tierra, cumpliendo disposiciones de las Reales
Cedulas, para ello, los comandantes de los
servicios daban ordenes a los subalternos, cuya capacidad organizativa permitía
combatirlo con las armas en el caso que ello fuese necesario. Durante el siglo
XVIII, el Corso seria el que cobraría mayor importancia con la implementación de la Intendencia, al
mando de Francisco de Saavedra, afianzando el resguardo de tierra. Es
importante destacar que el Corso ya existía para la época de la formación de la
Guipuzcoana, en una Real Cedula de 1698
se ordenaba al gobernador de Caracas, Francisco de Berroterán, que construyese
dos galeras para el trafico de la costa y que se dedicasen, parcialmente al
transporte de cacao desde los puertos de la costa hasta el de La Guaira, en
forma monopólica y la vigilancia de la misma a fin de entorpecer el
contrabando. Cobrando por mencionada faena medio peso, destinándose lo
recorrido para la manutención de las embarcaciones.
La Compañía no sólo emprendió la vigilancia marítima sino
que también procedió a fortalecer la
vigilancia y el control de los puntos clave, pues ya en 1732 comenzó a
construir un Fortín y un almacén en Tucacas[8],
sitio que había sido centro del asentamiento comercial curazoleño u holandés en
la provincia de Venezuela. Cabe mencionar el establecimiento de un resguardo de
costa, en tiempos del gobernador Ladrillaba formado por guardias que vigilaban
lugares y zonas especificas, como lo fueron el de la Boca de Aroa y San Felipe,
en 1733, compuesta por 24 soldados y un cabo, y el de la franja oriental de
costa de Coro, con 16 soldados y un cabo, en 1735, siendo ambas las dos
primeras patrullas volantes aparecidas en la Provincia de Venezuela y de
América Hispánica[9].
Este seria el inicio de conflictos internacionales en este
periodo, como consecuencia directa de la aparición y funcionamiento de la
Compañía Guipuzcoana, diagnosticado por el propio consejo de Indias, que entendía
que… “sobre todo la decadencia que ha padecido el Comercio de los Holandeses en
la costa de Caracas, después que se estableció la Compañía Guipuzcoana, cuando
por Cien años antes le han disfrutado solos como si fuera Colonia suya (…) han
puesto al Consejo en la vehemente sospecha de que esta Nación quiera tomar
pretexto de las Presas que supone ilegitimas para arruinar y disipar esta
Compañía y reponerse en la libertad y pleno uso del Comercio en toda aquella
Costa, como estaba antes”.[10]
Sin embargo, estos años de actividad de la Guipuzcoana y de
crisis del contrabando y comercio fueron seguidos de una década de signo
contrario, decadencia para el primero y resurgir para el segundo, estrechamente vinculado con la guerra anglo-hispana, que tuvo en el Caribe uno de
sus “mares de batalla”. La medrada seguridad a que ella condujo hizo irregular
el trafico de la Compañía, pero por sobre todo permitió que, por situaciones
contrarias a las de la década anterior, el contrabando incrementase su volumen
a expensas de la debilidad coyuntural de la Guipuzcoana, y de la colonia misma.[11]
Dentro de este periodo la Provincia de Venezuela sufrió un
cambio en su estructura política, originado por la incorporación al Virreinato
de Nueva Granada, dispuesto por una Real Cédula del 20 de agosto de 1739,
periodo que duró dos años y medio. Pues otra, Real Cédula fechada un 12 de
febrero de 1742, devolvería el poder al Capitán General de la Provincia de
Venezuela, le daría autonomía al Gobernador de Caracas, en lo gubernamental y
militar, dentro del ámbito americano.[12]
De igual manera, se refleja en mencionado documento que …”quede al cargo de los
Gobernadores de la Provincia de Venezuela (…) el celar sobre el cumplimiento de
la obligación de la de Maracaibo, Cumaná, la Margarita, la Trinidad, y la
Guayana en lo respectivo al ilícito comercio (…) y que nombren los tenientes,
justicias mayores en las ciudades y villas y lugares en donde le tuvieren por
conveniente, sin necesidad de que los nombrados saquen confirmación de mi
Audiencia de Santo Domingo…[13]
Mencionada instrucción obedecía a que las autoridades
españolas estaban claros de la imperiosa necesidad de resguardar las costas y la vigilancia terrestre con el
firme propósito de reprimir el contrabando de allí; el hecho mas importante en
las actividades constructivas de fortificaciones durante la primera mitad del
siglo XVII, lo constituye la obra del castillo de Araya, levantado entre 1622 y
1642, para acabar con la provechosa explotación de la sal que los holandeses y,
en menor proporción los ingleses, tenían en aquellas salinas. Su construcción
representa la obra de arquitectura militar mas sobresaliente entre cuantas alzaron
los españoles en Venezuela y la única en tener el respaldo de ser diseñado por Juan
Bautista Antonelli[14].
En las ultimas tres décadas
de ese mismo siglo, otras fortificaciones, de dimensiones no comparables
a las de Araya, se iniciaron en Maracaibo, La Guaira, Cumaná, Margarita y
Guayana.
Los holandeses habían comenzando sus actividades de
contrabando y explotación de las perlas de Cubagua y de las salinas de Araya en
los finales del siglo XVI, ocasionando un trafico marítimo sin precedentes
entre Holanda y la famosa Salina. En 1605, Felipe III tuvo que enviar la Armada
Real para sacarlos, pero solo será con la construcción del castillo, en 1622,
cuando se logró el propósito pues representaba una plataforma que se rige por
una estructura que sirve para la defensa del conflicto aguerrido , pues los
actos que ocurrían dentro o fuera de ella se conocen como motín.
La Guerra de Sucesión en España
(1701 a 1746), es punto de referencia como
la primera vez en la Historia Militar donde se emplean amplias líneas
fortificadas. Sera el Conde Baden en la defensa de la frontera occidental de
Alemania que construye cerca de 45 kilómetros de fortificaciones, causando la
admiración de los militares de esa época. Mas tarde en ese mismo sector se
localizó la famosa línea de Sigfrido.
Durante la Guerra de los Siete años,
en 1761, Federico II “el Grande”, se defendió en el campamento fortificado de
Bunzelwitz en Silesia, y con cincuenta y cinco mil prusianos resistió a ciento
diez mil franceses, rusos y austriacos que no lograron conquistar ese campo tan
eficientemente fortificado.
Toda la época correspondiente a la
Edad Media hasta la guerra prineo Prusiana, se caracteriza particularmente por
el poco empleo de las fortificaciones. Se diría que es la Revolución Francesa
la que señala el comienzo de una nueva táctica al orientar el espíritu renovado
de las masas hacia la ofensiva.
En 1810, tenemos la defensa de
Torres Vedras en Portugal, realizada por los ingleses, portugueses y españoles
contra las tropas invasoras de Napoleón. El Duque de Wellington nombrado
Comandante en Jefe obligó a Massena a batirse en retirada, gracias a la
protección de Lisboa con una doble fila de trincheras establecidas en Torres
Vedras, desarrollado este trabajo por 25.000 obreros y soldados durante un mes.
Napoleón tuvo convencimiento de la eficacia de las
fortificaciones sobre el estudio de la Quinta campaña de Julio César en las Galias, al
respecto señaló: “ Los Romanos debieron sus constantes éxitos al
método adoptado de encerrarse todas las noches en un campo fortificado; de no
empeñarse jamás en un combate, sin antes haber organizado primero a sus
espaldas un campo atrincherado que protegerá su retirada y que contenía:
almacenes, depósitos y salas para la atención de heridos”. Durante la campaña
de Rusia, las fuerzas napoleónicas fracasan en su intento y emprenden la
retirada. Estos restos del gran Ejército francés se concentraron detrás del rio
Elba, donde buscaron el apoyo de un sistema de fortificaciones bien
desarrollado hasta la llegada de los nuevos refuerzos enviados a su país.
Al aparecer el empleo de la
artillería rayada y el proyectil explosivo, en 1860 las construcciones
defensivas existentes no soporta sus efectos. El constante progreso de la
artillería hizo preciso el resguardarla en cúpulas metálicas, introduciéndose
asi el empleo de hierro y del acero en los sistemas fortificados.
El año 1877, durante la Guerra Ruso
– Turca, el famoso General turco Osman Pascha se defendió solamente con 25
batallones en un campamento cuadrado de 9 Km.
De lado, contra 150.000 hombres y 600 piezas de artillería del Ejercito
Ruso – Rumano. La resistencia en sus
excelentes fortificaciones duró seis meses y sólo el hambre pudo rendir la
plaza.
En las grandes guerras del siglo XX, ha proseguido la
fluctuación entre el desdén y el encomio
de la fortificación. La primera guerra mundial (1914 – 1918) significó
el triunfo de la fortificación con las
trincheras de uno a otro extremo en aquellos frentes, con la sucesivas líneas
de posiciones organizadas y las casi insalvables alambradas. Los principales
factores que influyeron en las fortificaciones y cambian la fisonomía de la
guerra fueron:
-Los vastos teatros de operaciones y las enormes masas de
beligerantes;
-La gran potencia de fuego de la Artillería de grueso
calibre;
-El progreso alcanzado por la Aviación en las diferentes
formas de su empleo;
-El aumento y proliferación de las armas automáticas:
Ametralladoras, morteros, lanzallamas, gases, y la aparición de los vehículos
de combate y tanques pesados.
Durante la guerra civil española de
1936, la fortificación, aun improvisada, demostró que podía hacer frente a
fuerzas superiores en elementos, en instrucción y hasta un numero; ejemplo de
ello fue la defensa de Madrid y de Alcázar de Toledo.
La segunda guerra mundial (1939 1945) mostró evidente revés para la
fortificación. La multiplicidad de frentes, los ataques por sorpresa y los
poderosos elementos para rápidas penetraciones
mecanizadas depararon nuevas situaciones. Al principio de la guerra
cuando las tropas inglesas ocuparon la frontera de Bélgica para su defensa,
encontraron a lo largo del frente una zanja anti-ataque cada mil metros más o
menos había una casamata que enfilaba la zanja con sus armas automáticas.
Los franceses
extendieron su inmensa Línea Maginot en la frontera con Alemania, mientras los
alemanes construyeron la Línea Sigfrido al norte de Mosela; Mr. W. Churchill en
sus Memorias expresa lo siguiente: “ a la luz de lo ocurrido ulteriormente se
ha condenado la política militar fundada en la línea Maginot. Es cierto que
ésta engendro una mentalidad defensiva
pero es siempre discreta precaución protege una frontera de cientos de
kilómetros mediante fortificaciones.
En esta guerra, la importancia de
las fortificaciones se hizo presente la construcción de estructuras defensivas
empleada en aquellas extensas líneas empezó por ser de campaña, y luego adoptó
los procedimientos de permanente: casamata de hormigón, observatorios
acorazados, abrigos blindados situados a grandes profundidades, entre otras
construcciones robustecidas militares. Poco a poco cada sector, del frente, se
fue transformando en una especie de inmensa fortaleza.
Se podrá objetar que en el porvenir
la guerra de posiciones quizás no llegue a conseguir la importancia que alcanzó
en el pasado. Pero probablemente, se buscará apoyo de barreras fortificadas. En
la guerra convencional estas posiciones fortificadas estarán constituidas por
líneas continuas, organizadas en profundidad, apoyadas por la artillería y la
aviación de combate.
Incluyendo los conflictos de Corea a Indochina sacaremos en conclusión que las fortificaciones tienen hoy la misma
importancia de siempre, y la tendrá en el futuro a pesar de las bombas
nucleares que debilitan el poder protector de la tierra en cuyo si no siempre
buscará el hombre amparo.
El incierto panorama internacional,
la colosal carrera armamentista y el casi inevitable conflicto nuclear, con sus
cohetes de suma precisión, conducen a renovar la fortificación, mantiene
esperanzas de sobrevivencia, previendo largas reclusiones defensivas, tras la
certeza de haberse eliminado todo tipo de contaminación atmosférica.
La amenaza del poderío propio se
erige aún como la disuasión preventiva que en otros tiempos cumplían las
erguidas murallas o las enterradas casamatas. Y por ultimo, el empleo de la
mochila, la pala y pico del soldado actual constituye, para las fortificaciones,
un verdadero aliento a su espíritu defensivo.
BIBLIOGRAFIA
FUENTES
DOCUMENTALES
Originales:
ARCHIVO
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA (Caracas)
Colección
Villanueva.
ARCHIVO
DEL CONCEJO MUNICIPAL DE CARACAS (Caracas)
Sección:
Actas del Cabildo de Caracas (Copias) años 1729 – 1734.
Sección:
Reales Cedulas (Copiador del Cabildo) años 1700 – 1756.
ARCHIVO
GENERAL DE LA NACIÓN (Caracas)
Sección
La Colonia:
Compañía Guipuzcoana: Volúmenes I-V,
VII – XV, XXII, XXIX-XXXI.
Gobernación y Capitanía General:
Volúmenes I – XXIV.
Reales Cedulas: Volúmenes 1era. I –
III, 2DA. I – XII.
Impresas:
ALTOLAGUIRRE,
Ángel. RELACIONES GEOGRAFICAS DE LA GOBERNACION DE VENEZUELA, 1767 – 1768; Caracas,
EPRV, 1954, XLI + 332P.
CASTRO,
Nicolás. Fortificaciones Regulares. Libro de texto en la Academia Militar Venezolana
en el año de 1762. Imprenta Nacional. Caracas, 1950.
Compilación
Léxico – Técnica Militar. Mercurio 2.000 c.a. Caracas, 1980.
Enciclopedia
Militar. Bibliografía Omeba. Argentina. 1962.
Suarez,
S. Fortificación y Defensa. Biblioteca Academia Nacional de la Historia. Caracas, 1978.
CNEL.
Almirante, José. Diccionario Militar.
Madrid, 1867.
[1] Torre grande para defensa de una plaza o castillo.
[3]
Ingeniero Militar francés (1633 – 1707 ) que renovó el arte de la
fortificación.
[4] J.M.
Zapatero, op.cit.p82
[5]
Graziano Gasparini, Las Fortificación del Periodo Hispánico en Venezuela, p47.
[6]
Boletín del Archivo General de la Nación, XVI/165, pp.413-421, del gobernador
Lardizábal para 1737.
[7] En
A.G.N., Intendencia del Ejercito y Real Hacienda, IV, pp. 134-140, del
gobernador de Cumaná a Abalos, Cumaná, 15 i 1778 (139).
[8] En Marco Dorta, Materiales…, p. 147 que remite al
A.G.I.Caracas, 69, expediente que recoge los testimonios de mencionada
construcción en abril de 1732.
[9] El primero de dichos resguardo, formado para vigilar
la región de los ríos San Felipe y Aroa, se mantenían por medio del pago de
derechos cobrados a cada carga que circulase por el rio Aroa, o por tierra
firme a Puerto Cabello, a razón de un peso por carga. A.G.N., Diversos, XXV,
fols 309-323. Celestino A. Arauz M.
[10] En
A.G.I., Indiferente General, 1596, del Consejo de Indias, 12 XII de 1737.
[11] El
trafico global curazoleño creció notablemente durante el periodo de guerra;
sobre el lamentable estado en que quedó el comercio.
[12] En
Títulos de Venezuela en sus limites con
Colombia, T. II, pp. 1-4. La Real Cedula de 12 II 1742 hace referencia a la de
20 VIII de 1739, a la que corrige.
[13]
Ibidem, pp. 3-4.
[14]
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